Una obra de gran formato con colores vibrantes y contrastantes puede romper la rutina de uno o miles de transeúntes en una ciudad caótica imparable, y la obra del artista chileno Inti Castro es una gran prueba de ello.
En su trabajo podemos ser testigos del camino que ha recorrido al perfeccionar cada vez más su técnica, desde sus comienzos pintando ilegalmente las paredes de Valparaíso, su estancia en la Escuela de Bellas Artes de Viña del Mar hasta los aprendizajes y experiencias adquiridas de las diferentes ciudades donde ha intervenido.

“Coatlicue y el Jaguar” – Mercado de la Cruz. Querétaro, México.
Entre los países que ha visitado se encuentran Francia, Brasil, España, Suecia, Noruega y recientemente México, en la ciudad de Querétaro.
A pesar de añadir conceptos específicos en cada obra, nunca faltan los elementos religiosos fundidos con los identitarios del lugar intervenido. Y aunque podamos identificar ciertos aspectos en su trabajo, la experiencia y el mensaje pueden decodificarse de manera distinta a partir de la mirada de quien lo esté observando.

Sin embargo, el papel del ciudadano local se vuelve determinante en su obra, pues más allá de presentar una imagen que se suma al entorno urbano llega a ser un agente de comunicación con los referentes gráficos regionales. “Un mural tiene el poder de conversar con quien lo contempla, siempre y cuando esa persona esté abierta al diálogo”. Éstas son palabras de Inti, quien ha recorrido el mundo irrumpiendo en la cotidianidad colectiva a través de sus monumentales piezas que invitan no sólo a contemplar las imágenes, sino a cohesionarlas en el contexto sumando una personalidad al espacio que juega la atmósfera de la región.
Inti procura no denominarse tan sólo como un artista de grandes murales; al trabajar en las calles intenta ser un enlace entre el arte fuera de las instituciones con la finalidad de llegar a todo tipo público, y piensa que su obra se encuentra libre y no encapsulada en un lugar para unos cuantos.



En el espacio público, donde todos transitan, se expresan, imponen y desobedecen, pueden encontrarse manifiestos y discursos contrarios o similares. Pueden ser intervenidos por un extraño de manera subversiva o establecer un diálogo amable con una comunidad: es la naturaleza del arte callejero, dar pie a la discusión.
Inti tiene distintas formas de aproximación con sus piezas; entre los recursos pictóricos y simbólicos, les da la alternativa de coexistir sin alterar a la contraparte. Su trabajo invita a observar y contemplar a personajes, casi siempre con expresiones de una melancolía mística envueltos en un manto espacial hipnótico, conviviendo con todos los elementos rígidos de la ciudad en medio del caos cotidiano.

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